22 de enero de 2009

¿Cese del fuego?

En el día de ayer nos enteramos que Israel acató el cese del fuego que todo el mundo esta pidiendo. La noticia la tomamos con pinzas ya que por desgracia es una guerra y uno nunca sabe que puede pasar, de todos modos es una muy buena noticia ya que calma un poco la situación en Gaza y también en los países árabes que son los que visitaremos.

De todos modos, hoy jueves la marina israelí atacó unos barcos pesqueros que se encontraban "lejos de la costa". A su vez también informó que puede seguir atacanto túneles subterráneos, ¿a eso llamamos cese del fuego?

Esperemos que las aguas se calmen y pueda haber tranquilidad.

Les dejo link de la nota: http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-118714-2009-01-22.html

10 de enero de 2009

El "Hiyab": La vestimenta islámica

Una de las cosas que va a hacer que este viaje sea muy diferente a otros es que por primera vez voy a tener que pensar muy bien que meter en la mochila... eso de la pollera corta y la musculosa, por mas calor que haga, no va!!!

"Aunque el vocablo hiyab se define como cubrirse, en la cultura islámica hiyab es un conjunto de virtudes y exaltados valores, de los cuales cubrirse es sólo una de sus dimensiones."

9 de enero de 2009

A las puertas del infierno, otra vez

Líderes occidentales avalan la idea de que Israel se cuida mucho de evitar víctimas cuando emprende una ofensiva militar. En doce días de operación, la cifra de muertos asciende a 760. Después Occidente se pregunta “¿por qué nos odian?”. Por Robert Fisk *

La operación terrestre de Israel en la Franja de Gaza comenzó hace seis días. Una vez más, Israel abrió las puertas del infierno para los palestinos. Cuarenta refugiados civiles muertos en una escuela de Naciones Unidas, otros tres en otro plantel de este tipo. No está mal para una noche más de trabajo en Gaza a cargo del ejército israelí, que cree en la “pureza de las armas”. ¿Debería sorprendernos?

Ya se nos olvidaron los 17.500 muertos –casi todos civiles, la mayoría mujeres y niños– durante la invasión de Israel a Líbano, en 1982; los 1700 palestinos muertos durante la matanza de Sabra y Chatila; la masacre de Qanaen en que murieron 106 civiles libaneses refugiados, más de la mitad de ellos niños, en una base de la ONU; la matanza de los refugiados de Marwahin, a quienes Israel ordenó salir de sus casas en 2006 para luego ser asesinados por helicópteros israelíes; los mil muertos en el mismo bombardeo del mismo año y en la invasión a Líbano, y lo mismo, casi todos civiles.

Lo que es sorprendente de los líderes occidentales, tanto presidentes como primeros ministros y, me temo, directores de medios y periodistas, es que se han tragado la vieja mentira de que Israel se cuida mucho de evitar víctimas civiles. “Israel hace todo el esfuerzo posible para evitar afectar a civiles”, aseguró de nuevo otro embajador israelí horas antes de la matanza en Gaza.

Y cada presidente y primer ministro que ha repetido esta mendacidad como excusa para no exigir un cese del fuego tiene en las manos la sangre de la carnicería de anoche. Si George W. Bush hubiera tenido el valor de exigir un cese del fuego hace 48 horas, todos esos ancianos, mujeres y niños, esos 40 civiles, estarían vivos.

Lo que ocurrió no sólo es una vergüenza: fue una desgracia. ¿Sería exagerado llamarlo crimen de guerra? Porque así es como llamaríamos a esta atrocidad si Hamas la hubiera cometido. Por lo tanto, me temo, estamos ante un crimen de guerra.

Después de cubrir tantos asesinatos masivos a manos de ejércitos de Medio Oriente –por soldados sirios, iraquíes, iraníes e israelíes–, supongo que debería yo reaccionar con cinismo. Pero Israel proclama que está combatiendo en la guerra “internacional contra el terror”. Los israelíes aseguran luchar en Gaza por nosotros, por nuestros ideales occidentales, por nuestra seguridad y para salvarnos, de acuerdo con nuestras normas. Y así somos cómplices de las salvajadas que se cometen en Gaza.

Ya he reportado las excusas que en el pasado ha dado el ejército israelí por estos atropellos. Como está claro que serán recalentadas en las próximas horas, aquí les obsequio algunas: los palestinos mataron a sus propios refugiados, los palestinos desenterraron cuerpos de los cementerios y los plantaron en las ruinas. Y al final de cuentas, los palestinos tienen la culpa por haber apoyado a una facción armada, y además porque los palestinos armados deliberadamente utilizan a refugiados inocentes como escudos humanos.

Cuando la derechista Falange libanesa, aliada de Israel, perpetró la matanza de Sabra y Chatila, los soldados israelíes se quedaron ahí, observándolos durante 48 horas, sin hacer nada, y esto fue revelado por una investigación a cargo de una comisión israelí.

Posteriormente, cuando Israel fue acusado de esa matanza, el gobierno de Menachem Begin acusó al mundo de calumniar con sangre a su país. Después de que la artillería israelí disparó bombas contra una base de la ONU en Qana, en 1996, los israelíes afirmaron que hombres armados de Hezbolá también se refugiaban en dicha base. Era mentira. Los más de mil muertos en 2006 en una guerra que comenzó cuando Hezbolá capturó a dos soldados israelíes en la frontera simplemente se achacaron a Hezbolá.

Israel aseguró que los cuerpos de niños asesinados en la segunda matanza de Qana fueron tomados de un cementerio. Esa fue otra mentira.

Nunca hubo excusas para la masacre en Marwahin. Se ordenó a los pobladores de la aldea que huyeran y ellos obedecieron sólo para ser atacados por barcos artillados israelíes. Los refugiados tomaron a sus niños y los colocaron en torno de los camiones en que viajaban, para que los pilotos israelíes pudieran ver que eran inocentes. Fue entonces cuando los helicópteros israelíes les dispararon a corta distancia. Sobrevivieron sólo dos personas, haciéndose pasar por muertos. Israel ni siquiera ofreció disculpas por este episodio.

Doce años antes, otro helicóptero israelí atacó una ambulancia que llevaba civiles de una aldea a otra –de nuevo obedeciendo órdenes de Israel– y mató a tres niños y dos mujeres. Los israelíes aseguraron que había un combatiente de Hezbolá en la ambulancia. Era mentira. Yo cubrí todas estas atrocidades, investigué, hablé con sobrevivientes. Lo mismo hicieron varios colegas. Nuestro destino, desde luego, fue enfrentar la más vil de las calumnias: se nos acusó de antisemitas.

Y escribo lo siguiente sin la menor duda: escucharemos de nuevo estas escandalosas fabricaciones. Nos repetirán la mentira de que Hamas tiene la culpa. Dios sabe que éste es culpable de suficientes cosas sin tener que añadir este crimen. Probablemente nos salgan también con la mentira de “los cuerpos sacados del cementerio”, y seguramente también escucharemos de nuevo la mentira de que “Hamas estaba dentro de la escuela de la ONU”. Y definitivamente, nos dirán de nuevo la mentira del antisemitismo. Y nuestros líderes soplarán y resoplarán y le recordarán al mundo que fue Hamas el que rompió el cese del fuego.

Sólo que no fue así. Israel lo rompió primero, el 4 de noviembre, cuando dio muerte a seis palestinos durante un bombardeo a Gaza, y de nuevo el 17 de noviembre, al matar con otro bombardeo a cuatro palestinos más.

Sí, los israelíes merecen seguridad. Veinte israelíes muertos en los alrededores de Gaza en 10 años es, desde luego, una cifra horrible. Pero 760 palestinos muertos en diez días y miles de muertos desde 1948, a partir de cuando la matanza israelí de Deir Yassin impulsó el éxodo palestino de esa parte de Palestina que se convertiría en Israel, es una escala totalmente distinta.

Esto recuerda, no lo que sería el normal derramamiento de sangre en Medio Oriente, sino una atrocidad del nivel de la guerra de los Balcanes en los años ’90.

Desde luego, cuando un árabe se levante y con furia sin freno arroje hacia Occidente su ira incendiaria y ciega, diremos que eso nada tiene que ver con nosotros. “¿Pero por qué nos odian?”, nos preguntaremos. No vayamos a decir que no sabemos la respuesta.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/elmundo/4-117900-2009-01-09.html

8 de enero de 2009

Del paraíso al infierno

Como un violento puntapié en la boca del estómago, la sorda deflagración de las bombas sobre Gaza marca brutalmente la frontera entre el paraíso y el infierno. Espesas columnas de humo negro ensucian, en cámara lenta, un límpido cielo azul, mientras dos teledirigibles atiborrados con cámaras de observación parecen suspendidos en el aire y los helicópteros dan vueltas como buitres. Lo demás, como en una pesadilla, es silencio.

Por absurdo que parezca, es fácil pensar en el edén durante los 100 kilómetros que separan Jerusalén de este castigado territorio palestino, sometido a los ataques de Israel desde hace 12 días para poner fin a los disparos de cohetes que Hamas lanza contra su población desde 2001. Esta es probablemente una de las zonas más verdes, fértiles y apacibles del país. La tradición asegura, además, que es el lugar donde Salomón hizo el amor con la reina de Saba.

Región ganadera y cerealera por excelencia, las onduladas planicies que corren paralelas a la costa mediterránea hacia el Sur están atravesadas por excelentes rutas y explotadas por prósperos kibutz. Cactus, cipreses, palmeras, encinas, eucaliptos y cítricos crecen insolentemente en una de la zonas con más agua de Israel.

En ese decorado idílico, los tanques aparecen de repente sobre la derecha, plantados en medio de la vegetación. Son una docena y están estacionados a escasos kilómetros de la Franja de Gaza. Los otros, "varios centenares de tanques", según la población local, estuvieron estacionados en este mismo sitio durante varios días, hasta que el Ministerio de Defensa israelí decidió lanzar el asalto terrestre el sábado pasado.

"Ahora, están todos dentro de Gaza", dijo a LA NACION un habitante del kibutz Nir´am, ubicado a un tiro de piedra de la frontera. Los blindados y los soldados que pasaron por aquí ahora están dentro de Gaza participando en una guerra sangrienta que ya ha provocado la muerte de cerca de 700 palestinos y siete soldados israelíes, y herido a unas 3000 personas desde que comenzó, el 27 de diciembre.

Gaza está tres kilómetros hacia el Oeste, a orillas del mar. Es un amasijo de centenares de lúgubres cubos de cemento gris, pegados y apilados unos sobre otros, donde viven como pueden cerca de un millón y medio de habitantes, y donde hoy sigue cayendo una lluvia de bombas que siembran pánico y desolación.

Ya se sabe: la prensa no puede entrar en Gaza. Decenas de corresponsales y enviados especiales se apiñan en un montículo cercano, donde las cámaras intentan captar imágenes de las explosiones y las bombas que estallan dentro de la Franja y los cohetes que dispara Hamas. Pero si los periodistas pudieran entrar, tendrían primero que atravesar una barrera de alambres de púas de unos tres metros de altura, después un no man´s land sembrado de minas y, finalmente, un segundo muro de alambre de púas.

¿Hace falta decirlo? Gaza es una prisión a cielo abierto de 360 kilómetros cuadrados. Una prisión para palestinos, pobres, sin esperanza, sin trabajo y sin futuro, donde una parte de su población, Hamas, un día enloqueció y se propuso exterminar al Estado de Israel. Así transformó en rehenes al resto de los gazatíes. Una prisión cuyo carcelero, Israel, ha sido incapaz de dar una solución adecuada.

"Esto es una prisión. Ponga usted un millón de personas hacinadas en un sitio, enciérrelas con alambre de púas y aliméntelas con comida que envía la comunidad internacional. ¿Acaso eso es otra cosa más que una prisión?", se lamentó Munir en comunicación telefónica desde el sótano donde permanece escondido con su mujer y sus ocho hijos en un poblado del norte de Gaza.

7 de enero de 2009

Un culpable tras las sombras

El "problema palestino" es consecuencia del desarrollo del capitalismo en la región. Y la solución que se pretende es siempre la misma: eliminar lo que sobra. Por Fabián Harari* 06.01.2009

A comienzos del siglo XX, Palestina conformaba una economía sobre la base de pequeños productores rurales. Entre 1948 y 1967, el Estado de Israel produjo un violento desalojo de la población rural originaria, que fue expulsada hacia tierras marginales (Gaza y Cisjordania). Aquellos que sabían cultivar sus tierras se vieron sin medios para producir, sin su casa y en la necesidad de trabajar para otros. Es decir, una parte importante de propietarios palestinos fueron convertidos, por la fuerza, en obreros. De un lado, el capital concentró tierra y recursos. Del otro, una inmensa masa de población sin qué vivir: los migrantes judíos y los refugiados árabes.

Los “nuevos” trabajadores tuvieron que emplearse en establecimientos palestinos, jordanos e israelíes. En 1967, Israel conquistó las tierras palestinas y la casi exclusividad de su mano de obra. Sin embargo, no parecía prudente incorporar 4 millones de pobres a un Estado que los había expropiado recientemente. Además, Israel es un Estado confesional. Por lo tanto, no podía aceptar una mayoría “hereje”. Lo que se resolvió es que los espacios fueran “ocupados”, pero no “anexados”. Los palestinos fueron considerados “habitantes”, pero no “ciudadanos”. Se dividió, entonces, a la clase obrera israelí: trabajadores ciudadanos y sindicalizados, frente a una mayoría con salarios miserables y sin derecho social ni político alguno. Éstos debían cruzar la frontera todos los días, para ir a sus lugares de trabajo. Cisjordania y Gaza se convirtieron en un reservorio de mano de obra barata que podía ser “precintada” geográficamente, en caso de ser necesario. El drama palestino es, por lo tanto, una consecuencia de la expropiación (expulsión de tierras) y proletarización (convertirse en obrero) que se desata en Israel luego de 1948 y que permite la expansión de relaciones capitalistas en la región. Esto, bajo el velo de una diferencia religiosa, que es real, pero que no explica el problema: trabajadores musulmanes, cristianos y drusos sí tienen ciudadanía israelí, mientras los palestinos de la Jordania musulmana son segregados.

En la década del ’90, tanto el desarrollo tecnológico como la concentración de empresas produjeron una menor necesidad de brazos. Asimismo, Israel comenzó a recibir inmigrantes de Europa Oriental, que trabajaban en las mismas condiciones que los palestinos. Por lo tanto, éstos se convirtieron en población “sobrante”. Hoy son sólo una fuente de conflicto. Gente que se no se resigna a morir de hambre. El “problema palestino” es, entonces, consecuencia del desarrollo del capitalismo en la región. Y la solución que se pretende es siempre la misma: eliminar lo que sobra (¿no se hizo aquí lo mismo con los indígenas?). No es un problema cultural, ni religioso. Nunca lo fue. No hay que expulsar a judíos ni a árabes. Tan sólo hay que dar con el verdadero culpable, que suele ocultarse tras diferentes máscaras.


* Historiador, investigador del CEICS y docente de la Universidad de Buenos Aires

http://www.criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=16707

2 de enero de 2009

Piedras contra Balas

Hace 7 dias se teminó la tregua de 6 meses entre Palestina e Israel; el Grupo Hamas lanzó cohetes caseros (no son de fabricación industrial) al sur de Israel dejando 6 heridos y desató una cruenta respuesta por parte de Israel sobre la Franja de Gaza que ya dejó más de 400 Palestinos muertos, la mayoria de ellos civiles.

Es dificil opinar sobre un conflicto del cual -hay que reconocer, sabemos poco y nada. Este ataque contra la gente Palestina es brutal; no digo que el ataque a Israel no lo sea, de hecho lo es tambien, pero no se entiende como la respuesta a misiles caseros es una acción belica del tamaño que se está dando. No justifico los misiles lanzados desde Palestina, pero menos justifico... bah en realidad REPUDIO, los ataques con aviones, tanques y demás armas del poderio que tiene el estado de Israel, apoyado por los supuesto paises ricos y que claman por la paz en el mundo...

Es imposible no estar a favor de la gente Palestina cuando es una lucha de demostración de poder más que de ideales politco/religioso. Mi postura no está justificada al 100% desde el punto de vista politico, religioso o belico pero si clamo por la paz en dicho territorio y sobre todo para que no haya más civiles que mueren por esta simple demostración de fuerza o resistencia.

Andaremos en paises árabes y también en Israel al final del viaje, con lo cual no solo buscaremos entender el conflicto desde los dos bandos sino que seguramente tomaremos una postura más clara...


Charlie